Almería 14 de septiembre de 2018
Ahora va a tomar la palabra Juan Manuel Sebastián Lázaro, Presidente de la Fundación Himalaya Cultura de Paz, que tiene su campo de actuación en Andalucía.
Rimpoche hace un momento ha hecho una declaración, un deseo, ha formulado algo que a mí me parece de una entidad tremenda para justificar que estemos aquí todas las organizaciones de España reunidas. El hecho que diga que quiere pasar los inviernos aquí, eso es un deseo pero es un compromiso para algunos de los que lo hemos escuchado.
Esto me trae el recuerdo de hace once años cuando dijo:
me gusta Almería y quiero tener una casa aquí pero hay un pequeño problema y es que no tengo dinero.
Lo hablé con María, “si Rimpoche quiere aquí una casa tendremos que ver la forma de comprársela, de poner los medios”. En ese momento aquello levantó un poco de revuelo, a algunos no les gustó la idea pensando que era idea nuestra. Pero cuando Rimpoche dijo eso, lo dijo por algo. Hicimos lo que pudimos aunque estábamos a dos velas.
Pensamos en hipotecar, aunque si hubiésemos entrado en un banco habrían sonado todas las alarmas, pero al ponernos en esa onda hubo gente muy importante, hablando en este sentido, que nos empezó a ayudar y hubo una donación especial muy fuerte, igual Carmen un día nos quiere contar la historia, el caso es que se logró. Desde entonces hemos arreglado la casa y la hemos mantenido.
Nosotros lo que tenemos es la bendición, Rimpoche hace un esfuerzo muy grande por venir a un sitio tan pequeño y con tan pocas personas, cuando él es reconocido mundialmente en todas partes
donde va, China, Nepal, Tíbet, Italia, en todas partes. Yo lo he visto con altos dirigentes, presidentes de gobierno. Sin embargo nosotros que somos unos pocos, tenemos la suerte de contar con su
apoyo. Entonces, si nos ha tocado la lotería, lo que hay que hacer es disfrutarla y hacer lo posible por compartirlo.
Lo que hemos oído esta tarde es tremendo, abre una gama más de trabajo.
Cuando él dice quiero esto, luego hay que llevarlo a cabo.
Ayer cuando vino Rimpoche, llegó al aeropuerto y visitó la gompa; aquí hemos echado muchas horas de trabajo y conocemos este sitio muy bien, pero cuando Rimpoche viene el sitio se transforma, es otra cosa, impresionante. Uno tiene cierta experiencia pero el simple hecho de su presencia no tiene explicación, hay una sacralidad, una profundidad, una especie de mahamudra, de visión de la vacuidad, algo que él te regala. Una experiencia que no se puede explicar, incluso los animales lo notan.
Hemos visto en Tíbet, por ejemplo como un cervatillo se relaja y pierde el miedo junto a Rimpoche, se pacifica y también los jabalíes en Albagnano.
Quien ha viajado con Rimpoche lo ha visto; es una experiencia no subjetiva, que está ahí y esas experiencias no tienen precio. Todo lo que se hace aquí son símbolos para mostrar esa mente
especial de la que hablamos.
Están las enseñanzas de Buda y las de Rimpoche que son enseñanzas vivas, un auténtico milagro que en este tiempo de kaliyuga haya un ser así, con esa capacidad que tiene de transmitir salud,
alegría. Cuántas veces hemos venido con una carga tremenda, un problema impresionante, un karma gordísimo, Rimpoche nos sopla y te vuelves a casa con el mismo problema pero
prácticamente resuelto. ¿Quien no lo ha experimentado de los que lleváis años viniendo? Esa experiencia no tiene precio. Rimpoche nos da enseñanzas, métodos, pero la joya es esa experiencia.
Rimpoche nos dice que tenemos que ir a Borobudur. Borobudur es una montaña de fuego, las escaleras, las lenguas de los Macaras sobre las puertas, son lenguas llameantes, tienen el símbolo
del fuego. Y todo Borobudur, las escalinatas, las balaustradas, todo está coronado, lleno de fuego.
Los Budas están dentro de unas hornacinas coronadas por un Macara ser de fuego. Así Borobudur s un camino de fuego y el fuego lo quema todo. El fuego es un elemento de sabiduría que no deja
resquicios, se come el aluminio, el hierro, el carbón, nuestro cuerpo. Así que el fuego lo purifica todo, solamente deja el oro, el elemento puro. Esos Budas dentro de las hornacinas, me gusta
imaginarlos de oro puro, como el oro que está en nuestro interior. Una vez eliminado todo nuestro ego, etc., queda el oro, o sea que es el camino del corazón de oro. Y ese camino ¿cómo se anda?
¿cómo se articula? Pues en Borobudur.
En Borobudur tenemos 504 Budas y ese número no es una casualidad, tiene muchos significados, pero a mí me gusta verlo como el número que resulta de sumar 284 y 220, los dos números que
desde la antigüedad, desde hace 2500 años se consideran los números de la amistad. Los números divisores sumados de 220 dan 284 y los de 284 sumados dan 220, son números amigos y la suma de estos dos da 504. Entonces el camino de Borobudur es el camino de la amistad. En la enseñanza budista, el camino de la amistad está al principio, en el medio y al final, y no es un tema casual porque el Dharma te habla de los amigos, de los buenos y malos amigos, de los que son amigos de verdad que te enseñan el Dharma y de los que son otra cosa, compañeros de negocios, de intereses, de juerga, falsos amigos. Entonces el camino de la amistad es el camino de Borobudur, es el que nos muestra Rimpoche, y creo que es la esencia de todas las enseñanzas que nos da.
Hemos puesto en las bandejas de la mesa unas velas con los números 220 y 284 que sirven como amuleto, es un poco de psicomagia, de forma que los que comen de una cosa y de otra son amigos
para siempre como dice la canción.
La Fundación Himalaya Cultura de Paz la creó Rimpoche para preservar el trabajo que llevamos haciendo aquí durante tanto tiempo, con tanta dedicación y satisfacción, con tanta suerte, para que
no se pierda y para que ese compromiso de amistad durante esta vida y la siguiente se mantenga, y no se rompa, y el milagro permanezca sobre la tierra.
Gracias
Juan Manuel Sebastián Lázaro